De madres y desmadres
Lunes, Mayo 11th, 2009¡Mi mami es la mejor del mundo!, suele uno presumir cada año el 10 de mayo. Por años me visualicé casada a los 24 años y con un hijo a los 25. Quería ser una madre joven, claro que no tanto como mi mamá que me trajo al mundo cuando recién había cumplido 20 años.
Llegado el momento de la verdad, simplemente me “apaniqué”, osea me dio el pánico escénico. Huí pues ante la propuesta de matrimonio y de formar una familia simplemente porque… ¡era muy joven para morir!, o al menos esa fue la justificación que repetía una y otra vez ante el caballero que vio en mi a una pareja con quien pasar los días y los años… y la vida.
Algún tiempo escuché a las “grandes” (aquellas que pasaban la década de los 30) hablar del famoso “reloj biológico”, ese que parece que más tarde que temprano toca la puerta de toda mujer para seducirla con el anhelo de la maternidad por más fría e insensible que la fémina en cuestión sea, por mucho que, incluso, la propia mujer haya elegido no escuchar una vocecita que la llame “mamá”.
En épocas donde las relaciones de parejas toman mil tonalidades, el compromiso es frágil y no hay garantía de llegar a un puerto seguro con el hombre con el que pasean, las mujeres están decidiendo que hacer con su matriz y con el instinto maternal al que un día tendrá que enfrentarse.
A escasos días de llegar a sus 30 años, Itzel ya ideó su futuro. Aún cuando sale con un hombre que la quiere y la entretiene, no piensa casarse con él porque simplemente no lo ama. Lo que ella decidió hace dos años fue tener un hijo en este 2009, ni más ni menos que con su ex novio, ese que no olvida y al que regresa cada que hay oportunidad. Está dispuesta a criarlo sola y sólo quedarse con la paternidad del hombre “de su vida” como si fuera un recuerdito. El plan suena descabellado pero, historias como esta… ¡llueven!. La justificación de todas aquellas que temen quedarse solas o a vestir santos, no porque estén tan feas que nadie quiera hacerles el favor, sino porque siguen a la espera del regreso del amor perdido o que llegué alguien igual a ese sujeto pero con otro nombre; es que quieren que su hijo sea del “amor de su vida”.
Y así como los hombres también lloran, también les entra el gusanito de la paternidad. Víctor, mi mejor amigo, es un hombre cien por ciento cosmopolita, metrosexual, desapegado, práctico, dedicado a su profesión, perfeccionista (¡lo que le sigue!), no se enfrasca en amoríos tormentosos, ni idealiza a una mujer. Tres días después de su aniversario 29 llegó de la capital del país para visitarme. “Ya quiero tener un hijo” - me dijo - al tiempo que mis ojos saltaron de la impresión y el trago de tequila me pareció más fuerte.
-¿Cómo que un hijo? ¿cómo de quien? - reviré.
- De la que sea, no importa, quiero que mi mamá lo cuide porque pide a gritos un nieto y yo quiero que lo críe como a mi sobrino allá en Chiapas.
- Ajá pero necesita una familia, ¿cuándo lo vas a ver?… osea ¿cómo?, la mamá es la mamá - preguntaba y expresaba yo tratando de hacerlo ver que se le habían ido a pasear las cabras a los montes chiapanecos.
- Las mujeres ya no quieren estar con sus hijos - me respondió tranquilamente.
Y entonces pensé en todas las jóvenes madres que conozco. Todas estresadas, envidiando mi libertad, repitiéndome que espere unos cuantos años más. Se me vino a la mente mi sobrino de 7 años, es el cuarto hijo de mi mamá. Recordé el auge de las guarderías y las mil y un historias que la maestra Marthita, osea mi mamá, me cuenta sobre familias en las que la jefa del hogar huyó de sus obligaciones o escuda su mal actuar en el abandono de su pareja.
“Cierto es”, no me quedó otra que darle la razón. A las mujeres de hoy, mucho nos falta ese coraje que las mamás de antes tenían para sacar adelante a sus hijos, solas o no. A las mujeres de hoy, mucho nos sobra egoísmo para asumir que un ser indefenso necesita el 100% de nuestra dedicación. En la medida en que las mujeres sepamos identificar el momento en que estamos preparadas y convencidas de renunciar al establishment, los hombres y mujeres del mañana serán mejores personas porque habrán visto la luz en un clima propicio.
Así las cosas, los hijos no debieran traerse al mundo sólo por antojo (ya no hablamos de las metidas de pata), sino por la convicción de que es el momento y el escenario más sano para realizarse como mujer. Luego entonces, aguardaré otro poco, renunciando a plazos fatales y dejaré que la vida me sorprenda.