¿Qué le pasa a Jiménez Merino?

Arturo Luna Silva

Fuentes dignas de todo crédito cuentan que del marinismo cercano y lejano el único que falta por sumarse en términos reales a Javier López Zavala es Alberto Jiménez Merino, diputado federal electo por el distrito de Izúcar de Matamoros y por cuatro años secretario de Desarrollo Rural en el gobierno de Mario Marín -lo fue también en el de Melquiades Morales-.

Y es que alguien -un enemigo suyo, sin duda- le ha dicho que tiene “altas” posibilidades de ser el candidato del PRI a Casa Puebla, aunque no aparezca en ninguna encuesta, menos, mucho menos en la de “El Gran Elector”, quien además no lo mencionó ni por error en el célebre desayuno con un grupo de columnistas (como diría el propio Marín: “¡Hablemos de cosas serias!”).

Dicen que al grupo en el poder no deja de llamarle la atención que Jiménez Merino, un tipo hábil que hasta hoy se había caracterizado por su congruencia e inteligencia, se niegue a ver las “señales” que salen por todos lados -un día sí y el otro también- y que pierda el piso así, de tan fea forma.

“¿Qué le pasa a Jiménez Merino?”, se preguntan, harto preocupados, en Casa Aguayo.

Ahí, donde además ya registraron el doble y extraño juego de quien dice ser el “caballo negro” de la sucesión 2010 y aspirar, a pesar de todo, a coordinar a los legisladores poblanos del PRI en San Lázaro.

Y es que en público le dice a López Zavala que está con él y le jura y perjura amor eterno, y en privado echa pestes del secretario de Desarrollo Social y dice que él, Jiménez Merino, es el verdadero, auténtico, único e irrepetible “candidato del pueblo”.

Ya hay quien piensa, incluso, que el legislador especialista en producción de papayas y plátanos enloqueció de plano tratando de resolver la crisis mundial del agua o sólo es un esquirol de Jesús Morales Flores.

El mismo que, por cierto, no le ha dicho a sus aliados, entre ellos los viejitos del fantasmal grupo “24 de Mayo”, que ya empezó a sus espaldas a negociar sus tres canicas para convertirse aunque sea en diputado de la próxima Legislatura local.

Aunque sea.

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Este día los panistas poblanos tendrán como visitante distinguido a César Nava, el candidato único -que no de unidad- para sustituir a Germán Martínez en la dirigencia nacional de su partido.

El hombre del presidente Felipe Calderón ofrece una rueda de prensa a las 14:15 horas en el Salón Francisco III del hotel Presidente Intercontinental, mismo lugar donde posteriormente sostendrá una comida privada con los consejeros estatales del PAN, alineados todos en torno a su candidatura.

Fuentes cercanas a Rafael Micalco Méndez, dirigente de Acción Nacional y principal promotor de Nava en Puebla, aseguraron que la cargada albiazul está garantizada.

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Otro que también andará hoy por Puebla es el secretario de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación, Alberto Cárdenas Jiménez.

En gira de trabajo estará en los municipios de Acatzingo, Totoltepec de Guerrero e Izúcar de Matamoros, donde encabezará diversos actos de entrega de apoyos oficiales en compañía del mandatario Mario Marín.

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Ahora un ilustrativo correo de la inteligente Jennyfer López, a propósito de la entrega del pasado viernes: “El Gran Elector, como en 1932”.

“Estimado Arturo:

“Aprovechando que haces uso de la historia para recordar los usos y costumbres de la forma de hacer política en nuestro país, te transcribiré a la letra lo que establece el abogado, periodista e historiador José Manuel Villalpando César en su libro titulado “Benito Juárez” publicado en el año 2002, en sus páginas 119 a la 126.

“EL LIBERALISMO DE JUÁREZ.”

“A lo largo de la historia del México independiente, desde 1821 hasta nuestros días, el conflicto liberal -conservador debe estimarse- según señaló certeramente el historiador Edmundo O´Gorman- como el ¨suceso eje del acontecer nacional”.

“Durante 185 años, los políticos mexicanos han buscado constituir al país conforme a dos ideologías: la liberal y la conservadora. Sus ribetes y nombres han cambiado con el tiempo. Hemos tenido federalista y centralista; republicanos e imperialista, revolucionarios y reaccionarios, de derecha y de izquierda, neoliberales y populistas.

“En el fondo, todas estas etiquetas no son sino el reflejo de esas dos tendencias “eje de nuestra historia, la liberal y la conservadora”.

“Las etiquetas tienen un uso político que, aunque erróneo o falso, sirve para fines de propaganda electoral: quien presume de ser progresista, de tener sensibilidad social, de prefería a las mayorías, se autodenomina “liberal”, una palabra que concede prestigio y popularidad.

“Por el contrario, cuando se quiere acusar a alguien de retardario, de aristócrata, de enemigo de los menos favorecidos, basta con que se le llame “conservador” para desprestigiarlo y convertirlo en objeto del desprecio público. No son más que poses políticas ajenas por completo a la verdad y a la historia, pero funcionan para un pueblo que ignora su pasado y es presa fácil de quienes lo engañan con estereotipos que no resisten el más mínimo análisis.

“Por supuesto que es maravilloso asumir la condición de “liberal” si así es posible recibir el beneficio de llamarse heredero de Benito Juárez, lo cual significa, en términos del lenguaje publicitario de la política mexicana, “patriota”.

“En cambio, aquellos tachados de “conservadores” son víctimas de la maldición de Antonio López de Santa Anna y se vuelven merecedores del mote de “traidores”. Así de sencillo es el razonamiento popular, auspiciado y fomentado por los políticos de mala fe…”

“…Hay que decir que Juárez quería sin duda transformar a México, pues ya estaba agotado el modelo heredado de la época colonial. En las primeras páginas de este libro califiqué a Juárez como el primer presidente modernizador de México. Lo fue. Veamos ahora la manera en que llevó a cabo los ideales liberales.

“Disposición del territorio y de los recursos naturales según convenga económicamente al país. ¿Fue Juárez un defensor de la soberanía nacional? Una rápida respuesta diría que sí, que defendió a México. Falso. No enfrentó a Francia y a Maximiliano para defender la soberanía sino para evitar la usurpación política que significaba el segundo imperio mexicano, que nunca atentó contra el territorio ni contra sus recursos naturales. En cambio, sí dispuso de ese territorio y de los recursos naturales correspondientes cuando ordenó la suscripción del tratado Mac-Lane Ocampo, por el cual cedía vías de paso a Estados Unidos. Había razones políticas para suscribirlo, pero también razones económicas que el gobierno mexicano no se atrevió a proclamar, como lo hizo en cambio el gobierno estadunidense: el tratado “produciría un acercamiento comercial entre los dos países”.

“Prevalencia del esfuerzo individual. El liberalismo tiene como fundamento filosófico al individualismo, expresado en el trabajo y en el ascenso a través de méritos propios. La única vez que Juárez decidió apoyar una obra de caridad social fue cuando impulsó la fundación de la escuela de ciegos. Está convencido de que una de las causas del atraso nacional era “la multitud de pensionistas que pretenden vivir sobre el erario como los retirados, cesantes, jubilados, viudas y otras denominaciones”.

“Gobierno democrático sujeto a crítica y objeción. Juárez cumplió la mitad de este postulado. Fue uno de los gobernantes mexicanos más criticados y escarnecidos por la prensa, realmente libre, que existía en su época. En cambio, no fue nada demócrata; fue un presidente autoritario que consiguió permanecer en el poder recurriendo a las intrigas y a los fraudes. Se quedó catorce años sentado en la silla presidencial y sólo la muerte pudo separarlo de ella. De haber vivido más tiempo, no la habría soltado.

“Reconocimiento de los derechos individuales en detrimento de los sociales. El principio fundamental del liberalismo fue aplicado por Juárez en las Leyes de Reforma. Nacionalizó las propiedades eclesiásticas y de las comunidades de indios para castigar a quienes financiaban a sus enemigos y constituir una clase de pequeños y medianos propietarios rurales y urbanos. No tomó en cuenta los “derechos sociales” de los afectados: huérfanos, ancianos, escolares y menesterosos que la iglesia atendía, indios que se convirtieron en jornaleros encasillados, muchos de ellos obligados a entregar sus tierras a punta de sangre y fuego.

“Sistema de economía de mercado. A Juárez jamás se le hubiera ocurrido la creación de empresas públicas ni la mínima injerencia del estado en la economía. La libre competencia y la libre empresa son los pilares económicos del liberalismo y creía en ellos a pie juntillas. Fue un entusiasta promotor de que los “particulares”, como los llamaba, pudieran generar riqueza. Al estado, por lo tanto, sólo le correspondía velar por la seguridad de “sus intereses”.

“Libertad de creencias y tolerancia plena. Para Juárez y sus amigos el enemigo de la libertad era el dogmatismo, especialmente el católico. Esto no significa que haya querido un país sin religión. Es más, el membrete de las hojas de papel donde consignaba sus palabras no era otro que “Dios y Libertad”. Se trataba únicamente de evitar una dictadura mental, ofreciendo para ello los beneficios de la libertad a otros credos, incluso a los agnósticos y ateos. Todos los modos de pensar, todas las religiones, todas las filosofías, todas las corrientes sin exclusión. Juárez mismo no se sentía dueño de la verdad absoluta. Postulaba, como base de la convivencia social, la tolerancia hacia todas las idea sin predominio de ninguna.

“Aprovechamiento de la vecindad con Estados Unidos. Y no sólo cediendo territorio, sino con una franca y abierta política de atracción de inversión extranjera. Juárez aseguraba que México necesitaba de “capitales y personas laboriosas de otros países”, en especial de Estados Unidos, nación ante la cual estaba dispuesto a entregar todo con tal de que auxiliara a México a resolver sus problemas.

“Libertad de expresión y de creación. Con Juárez México vivió por primera vez una época de plena libertad de expresión, sin cortapisa alguna. No hubo censura, ni periodística ni editorial. Juárez extendió la libertad hasta el campo de la educación: la que impartiera el estado sería laica pero los particulares podían impartirla en cualquier nivel. La Constitución de 1857 era clara al respecto: la educación será libre. Juárez no atacaría hoy a las escuelas privadas por enseñar religión y no toleraría que las escuelas públicas difundieran el socialismo. Sus ideas sobre la educación se resumían de la siguiente manera: enseñar todo aquello que “contribuya al bienestar y a ilustrar el entendimiento”. Por añadidura, la creación artística debía ser también libre y de carácter enteramente individual.

“Concluyamos pues que, salvo en el aspecto democrático, Juárez fue un auténtico liberal. Hay que insistir: fue un liberal, no un indigenista, no un defensor de los desprotegidos, mucho menos un enemigo de la globalidad ni un promotor del estado benefactor. Digámoslo claramente: Juárez no fue de izquierda. Fue un liberal, y de derecha. ¿Por qué algunos usurpan su nombre y su prestigio?”

“Así o más claro para sus admiradores y/o detractores.

“Jennyfer López.
“ANTI-REELECCIONISTA TODA LA VIDA”.

gar_pro@hotmail.com

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