EL 2024, LA OPOSICIÓN Y EL JUEGO DE LA BOTELLA (PERO SIN BESOS)

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Como en las fiestas de la juventud, en cuanto a la candidatura de la alianza PRI, PAN y PRD a la gubernatura de Puebla, la oposición juega a la botella, pero en una partida en la que el señalado es siempre el mismo. Por más que la agiten, la botella apunta al mismo lugar y a la misma persona, por más que el resto de los participantes se cambie de sitio, esperando que le mejore la suerte.

El presidente municipal de la capital poblana, Eduardo Rivera Pérez, en las mediciones y en el ánimo de los dirigentes de los partidos de la alianza Va por Puebla, es el indiscutible puntero.

Un puntero que es, además, la única opción competitiva, ante la aplanadora morenista que, en Puebla como en todo el país, parece invencible.

Las proyecciones efectivas a favor de Morena, como marca y como partido, se ven inalcanzables, sin los careos entre posibles candidatos.

Eduardo Rivera precisamente los empareja, apenas se le considera como potencial abanderado y, en algunas encuestas, incluso supera a las corcholatas morenistas en Puebla.

Pareciera que sigue vigente la fuerza de la alianza opositora, que encabezó Lalo y arrasó en las urnas en 2021 en la capital y la zona metropolitana, donde está casi 40 por ciento del voto estatal.

Ahora bien, mientras enfrente juegan a las sillas y todos se quieren sentar en la elegida, de este lado pareciera desarrollarse el juego de la botella, pero sin besos.

Sentados en círculo, los aspirantes hacen girar la botella repetidamente.

Algunos con desesperación la agitan y hasta se persignan antes de lanzar su turno.

Pero la botella vuelve a señalar a Lalo.

Participantes de este escenario imaginario, como el coordinador de los diputados locales del PRI, Jorge Estefan Chidiac, se levantan y se cambian de lugar, pero ni así consiguen que la suerte los ampare.

Estefan, a pesar de ser el mejor posicionado del tricolor, no logra ganar una sola partida.

Algunos panistas también levantan la mano.

La diputada federal Ana Tere Aranda, como su colega Humberto Aguilar Coronado, juegan pero sin verdadero interés.

Lo hacen como para dar mantenimiento a su condición de “panistas históricos”.

Pero saben que ya no es su tiempo.

Novatos de la política, como el casi inexistente Néstor Camarillo, presidente del casi desaparecido Comité Directivo Estatal (CDE) del PRI, se empecina en buscar turno.

Salta.

Grita.

Levanta las manos en señal de “aquí estoy”.

Pero ni siquiera le prestan la botella.

Y eso que dice el de Quecholac que le da mucha “vergüenza con Lalo” ir a sus actos mañaneros, porque “la prensa me busca más a mí que a él”.

Por el priísmo también está Blanca Alcalá, diputada federal y ex alcaldesa capitalina.

Experimentada en los juegos políticos y sus analogías, se espera.

Muchos le ofrecen girar la botella.

Ella declina.

Muy a su estilo -fifí le dicen hoy- dice que “por ahora no”.

Que “luego”.

Porque ella también podría participar en otra partida, la de la capital poblana, que ya gobernó.

Aunque en esta partida, realmente no está invitado, hay quienes han preguntado por el cada vez más impresentable Enrique Doger, ex candidato a la gubernatura a las órdenes del morenovallismo.

Peor él ya mostró la matraca y el confeti para uno de los de enfrente.

De actor político predominante del estado, se convirtió en porrista.

La botella gira.

Gira y vuelve a girar.

¿Dónde parará hacia 2024?

Efectivamente, donde siempre.

gar_pro@hotmail.com

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