Diario de la sucesión (IV)

Arturo Luna Silva


Querido diario: ¡¿Cómo te he extrañado?! Pero ahora te escribo de nuevo. Vuelvo a ti. Y tu regresas a mí. En medio de la noche (¿ignota?), a ver qué te parecen estas nueve ideas (elementales) sobre la guerra a Casa Puebla:

1. A estas alturas del partido, es claro que los cuatro fantásticos (Enrique Doger, Alberto Amador, Blanca Alcalá y Jesús Morales) no quieren que Javier López Zavala sea el candidato del PRI a la gubernatura y que todos los días, a todas horas, conspiran y hacen lo posible porque la “Gran Decisión” del “Gran Elector” se oriente hacia un rumbo diferente. Viven una guerra de guerrillas para asegurarse una buena pesca. Los anuncios espectaculares contra “la imposición” y los videos en You Tube son sólo una muestra de ese fuego de baja pero sostenida intensidad.

2. Para cumplir su objetivo, la mayoría de los rebeldes recibe ayuda desde el mismo marinismo, que al paso que va terminará el sexenio tal y como lo empezó: dividido, polarizado y enfrentado. Y es que pese al esfuerzo del primer priísta del estado, aún no hay consenso sobre quién debe ser el candidato. Basta hablar con cualquier miembro de la ex “burbuja” para concluir que todo mundo finge para no molestar, no contrariar, no contradecir a Mario Marín. Es decir: están con Zavala pero no están. O no todos. Todavía.

3. Un ejemplo: obediente de dientes para afuera a los dictados de su jefe y amigo, Mario Montero tiene más bien los ojos puestos en Alcalá. La ecuación es fácil: las posibilidades del secretario de Gobernación de ser candidato del PRI a la alcaldía de Puebla aumentan si ella es la abanderada al gobierno del estado; por el contrario, decrecen si Zavala resulta el elegido. Con ella se encarta, con él se descarta. Pura lógica. Nada de ciencias ocultas. Por eso, el jefe del gabinete actúa en consecuencia y hace que pasen las cosas. Busca que el escenario se adecúe a su conveniencia.

4. Supuestamente el grupo del gobernador ya había asimilado el fondo y la sustancia del proyecto transexenal, y recibido y acatado la “línea”, y cerrado filas en torno al secretario de Desarrollo Social, pero en los hechos está sucediendo todo lo contrario. Sólo un ciego no ve que desde el epicentro del poder se trata de boicotear el proyecto Zavala, el proyecto de Marín. ¿Por qué? No lo sé, pero quizá porque, entre otras cosas, no ha habido quien haga hoy el mismo trabajo que Zavala mismo le hizo a Marín en su momento: ese tejer fino, ese negociar grande, ese pactar con los grupos inconformes (o relegados), ese sumarlos a la causa, ese repartirles la (s) rebanada (s) de pastel que son necesarias en todo relevo de poder sin rupturas, sin fisuras. Gran operador político, Zavala lo logró, a su modo, en su tiempo y en su circunstancia, con el grupo de Rafael Moreno Valle, que terminaría alzándole la mano a Marín y cerrándole el paso por fin a Germán Sierra. Pero hoy ¿quién le está operando ese trascendental punto a Zavala? Nadie, al parecer.

5. Los antizavalistas son y tienen poco, pero con ese poco hacen tanto ruido que parecen una legión. Con todo su derecho político y partidario, miden fuerzas y muestran capacidad de movilizar a sus “simpatizantes”. No son tontos y no deben ser minimizados: saben que ninguna comida popular, mitin o concentración masiva define una candidatura. Sólo son muestras de fuerza. Rounds de sombra. Tanteos, fintas al “enemigo”. No están de más, pero tampoco de menos. Ayudan más que lo que estorban. Dan foto. Generan comentarios. Sirven para estar vigentes en el boca a boca. Dan vida y presencia mediática. Y en una de ésas, apantallan, es decir, a lo mejor es chicle y pega.

6. Un primer objetivo de los renuentes a aceptar la candidatura de Zavala es, sin duda alguna, echar abajo el método de las encuestas como forma única de decisión. Saben que más temprano que tarde, la cuantiosa, brutal inversión dará sus frutos y el “delfín” aparecerá por encima de todos (as) en los sondeos, y que se quedarán sin argumentos de impugnación. Por eso gritan por una consulta a la base. Pero no porque vayan a ganarla, pues Zavala es amo y dueño de la estructura y estructura mata carita, sino porque saben que al ir a un ejercicio de ese tipo, el PRI inevitablemente se dividirá, el candidato llegará solo pero debilitado y desgastado, y por eso tendrá que repartir más, muchas más posiciones que las planteadas en una simple, facilona decisión por encuesta.

7. El más peligroso de los rivales del marinismo es sin duda Enrique Doger, pues su proyecto gira en torno a una sola idea: si no soy yo, tampoco será Zavala. Y no es que se vaya a ir al PAN; sí, en cambio, puede aparecer como candidato del PRD. Por esa vía, ya se sabe, no va a ser gobernador nunca, pero sí ayudará a Zavala a perder y a Rafael Moreno Valle, su aliado, a ganar. A ganar, obviamente, a cambio de cogobernar o hacerse de posiciones estratégicas, que le den poder, recursos, vigencia y juego político para volverla a pelear en seis años más. Total, que en la vida lo que sobra es tiempo. Ni Jesús Morales ni Alcalá ni Amador Leal son capaces de hacer lo que Doger. Tal vez porque el ex rector llegó al PRI sólo debido a las circunstancias y de la misma forma se puede ir. No va a perder el sueño por eso.

8. Otra cosa buscan los amantes de la teoría del caos: obligar al “Gran Elector” a aflojar un poco su apoyo a Zavala, generar en él la idea de que su “delfín” no es el indicado (que se ahogará cuando nade en el alta mar de la política), que por eso debe pensar seriamente en un “Plan B” y que la nueva opción debe garantizar lo que hasta hoy Zavala no ha conseguido: la unidad de los priístas, porque de ella depende la viabilidad de la clase política y sobre todo el futuro transexenal del marinismo, en un proyecto magno que pasa por Alejandro Armenta Mier y llega (no se sorprenda) hasta Mario Marín García, el fin último de todos, todos los movimientos desde Casa Puebla.

9. Formado en el PRI autoritario, Marín manda todo el tiempo, bajo cualquier circunstancia, en el partido en Puebla. Aquí él decide todo, nada se hace sin su consentimiento. Aquí todo sucede como cuando llueve: de arriba para abajo. Pero la historia cambia cuando la decisión más importante del sexenio debe pasar forzosamente por el tamiz de la política nacional. Ahí, en el PRI nacional, la voz de Mario Marín es una voz poderosa, firme y resuelta, pero no la única voz. Hoy mismo hay quien está trabajando (o conspirando) para que actores de peso nacional (Carlos Salinas, Manuel Bartlett, Beatriz Paredes, Manlio Fabio Beltrones, Enrique Peña Nieto, etcétera) ayuden a que el gobernador no ponga gobernador. Son varios en esa trascendental, y difícil, tarea. La falta de acuerdo (el disenso, pues) en el PRI de Puebla potencia esa posibilidad que puede tener éxito, pues “a río revuelto, ganancia de pescadores”. Y es que es la guerra. Y no cualquier guerra sino la máxima guerra por el poder.

Amadísimo diario, te busco luego.

gar_pro@hotmail.com

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