Juntas auxiliares, ése oscuro objeto del deseo

El próximo 24 de abril -o el último domingo del mes- se llevarán a cabo elecciones en las 656 juntas auxiliares que hay en los 217 municipios de Puebla.

En la capital poblana hay 17 juntas auxiliares y en todas hay competencia; de hecho, más de cien planillas se inscribieron.

Datos de la Secretaría General de Gobierno indican que en el interior del estado hay más de 2 mil, y de todos sabores y colores.

Cada municipio emite o debió haber emitido ya su respectiva convocatoria.

Hay juntas auxiliares que son más grandes que algunos municipios.

Hasta ahora, ninguna junta recibe participaciones directas del gobierno estatal, todas dependen de las presidencias municipales y de la buena -o mala- voluntad de los ediles, pequeños grandes caciques de sus respectivos mini reinos.

Las juntas auxiliares son permanentes focos de conflicto. Administrativa y políticamente obedecen a esquemas del pasado. Funcionan con base en cláusulas de gobernabilidad totalmente anacrónicas.

Y nadie sabe qué diablos hacer con ellas -¿desaparecerlas?, ¿incorporarlas a las cabeceras?- o cómo sustituirlas -¿por delegaciones?-. Ninguna reforma en ese u otro sentido ha pasado por el Congreso.

Lo cierto es que los problemas sociales y políticos son cosa de todos los días, y más cuando gana un candidato de un partido diferente al que gobierna el municipio.

Se dice que los partidos no participan, pero siempre lo hacen. A ojos de todos, las estructuras de todos los institutos políticos se meten hasta la cocina. El actual proceso ha sido pródigo en ello: panistas, priístas y perredistas, principalmente, aceitan y operan sus maquinarias para ganar el mayor número de juntas.

A pesar de que falta un mes para los plebiscitos (que eso son en términos prácticos), las cosas ya están calientes.

Y cómo no, si son oscuros objetos del deseo.

Y hoy con un nuevo, inédito ingrediente: son las primeras elecciones sin el PRI en Casa Puebla.

Ayer, cuando gobernada, el tricolor controlaba la mayoría de las juntas auxiliares del estado.

Hoy, ya sin el poder estatal, se enfrenta a una nueva realidad: la orfandad del amplio y generoso presupuesto estatal para operar, coaccionar y lucrar electoralmente con los programas sociales.

Ahora los diferentes grupos, caciques y alcaldes relacionados con el PRI deben rascarse con sus propias uñas. Ya no está Papá Gobierno para subsidiarlos. El control del dinero está en otras manos. Ya no es lo mismo que antes. Y ya se sabe que sin dinero no baila el perro.

En las juntas auxiliares hay control político y votos, votos que serán necesarios en el trascendental 2012.

De ahí que el gobierno de Rafael Moreno Valle, más que su propio partido, opera con todo para hacerse de la mayoría.

La difícil tarea ha sido encargada a varios personajes clave, pero principalmente a Néstor Gordillo, operador electoral de todas las confianzas del hoy jefe de Casa Puebla y actualmente subsecretario de Desarrollo Social, dependencia cuya nobleza electoral nadie puede poner en duda.

El pasado domingo, Gordillo –sin parentesco con la profesora Elba Esther- estuvo, por ejemplo, en Zacatlán acompañado de Miguel Ronquillo, otro operador designado, y diversas autoridades con el fin de bajar obras y proyectos que garanticen el triunfo en las juntas de ese municipio.

Moreno Valle no puede darse el lujo de perder lo que ganó el 4 de julio. Ganó y arrasó en zonas urbanas, cierto, pero las rurales, a donde pertenece la mayoría de las juntas auxiliares, también fueron fundamentales para aplastar a Mario Marín y al PRI.

El camino rumbo al 2012 empieza con las elecciones en las juntas auxiliares, ahí, justo ahí donde debe darse la ratificación o reconstrucción de las estructuras electorales que ya fueron probadas con éxito en los comicios estatales del año pasado.

Por parte del PRD, también hacen su lucha. Al sol azteca, como siempre, le dejarán sus migajas en los municipios que gobierna. Fue, por cierto, uno de los acuerdos entre Moreno Valle y el nuevo dirigente nacional perredista, Jesús Zambrano, en la reciente visita de éste a Casa Puebla.

En el PRI, mientras tanto, opera todo mundo.

Y es que de lo perdido, lo que aparezca, sobre todo para aquellos que tienen pretensiones electorales a corto plazo, es decir, los que quieren ser senadores o diputados federales.

Por eso, si usted ve en las juntas auxiliares operando a Mario Marín, Javier López Zavala, Alejandro Armenta, Enrique Doger, Blanca Alcalá, Fernando Morales y otros distinguidos personajes del priísmo poblano, no se sorprenda.

Andan tratando de ganarle la partida a Moreno Valle y al PAN, que honestamente, por lo que se alcanza a ver, van en caballo de hacienda.

López Zavala, por ejemplo, ha puesto a chambear a los alcaldes y diputados del PRI que sin duda controla: les ha pedido ganar todas las juntas auxiliares que puedan. Sólo así, les ha dicho, podría empezar a pavimentar su añorado camino hacia el Senado (aunque lo más probable es que sólo le alcance para una diputación federal, aunque esa es otra historia).

El mismísimo Marín también viene haciendo lo suyo. Sin verse pero sintiéndose. Cual señor feudal. Como el señor está terco en ser senador, le ha ordenado a su empleado Juan Carlos Lastiri, su caballerango en el PRI, que se ponga las pilas y que le dé resultados.

Y es que en las juntas auxiliares hay sufragios y hay estructura territorial; de hecho, hay más juntas auxiliares que municipios.

Y aunque los medios solemos minimizarlas, son fundamentales en la construcción de futuros triunfos o futuras derrotas a nivel estatal o federal.

¿Podrán el PRI y sus nuevos y viejos caciques recuperarse tras el tsunami de julio?

¿O sucumbirán de nuevo antes las bellas artes de los operadores del gobernador de Puebla, sí, ése, el que hizo historia y logró lo que nadie: devolver su condición terrenal a los dos grandes mitos electorales del PRI: Melquiades Morales y Mario Marín?

Se aceptan apuestas.

gar_pro@hotmail.com




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