Ni la captura de “El Chapo” Guzmán ni la muerte de Nazario Moreno González “El Chayo”, pese a su alto impacto mediático, han modificado sustancialmente la calificación del presidente Enrique Peña Nieto en el estado de Puebla, donde sigue reprobado, o como diría un alto dirigente del PRI nacional: “reprobadísimo”, pues una reciente encuesta lo ubica en una calificación mínima de 5.3 por ciento, lejos incluso del 5.6 por ciento que el “góber precioso” Mario Marín llegó a tener en su peor momento de la crisis por el escándalo de la detención arbitraria de la periodista Lydia Cacho.
Con todo y sus famosas reformas estructurales –a las que, claro, faltan sus leyes secundarias para poder ser aterrizadas-, el gobierno del Ejecutivo federal sigue siendo una gran incógnita para la mayoría de los poblanos, quienes continúan viéndolo distante y ajeno y sin que ni siquiera las medidas populistas y electoreras del sexenio, como la patraña de la Cruzada Nacional contra el Hambre, lleguen a sus hogares, impactando positivamente sus bolsillos.
Peña Nieto, sí, logró lo que ninguno de sus antecesores: terminar con el reinado de dos de los delincuentes más peligrosos de los últimos tiempos, pero en contraste, el secuestro, la extorsión y el homicidio se han disparado, dañando a miles –si no es que millones- de familias. Se celebra el fin de “El Chapo” y “El Chayo”, acontecimientos importantes a los que el gran público ha asistido con expectación, curiosidad y hasta morbo, pero de los que en los hechos, en el día a día, ninguna ganancia obtiene el poblano, decepcionado de lo visto hasta hoy.
Una situación que ya empieza reflejarse en el partido del presidente. Y es que de acuerdo con la misma encuesta, que ya prendió los focos rojos en el CEN del PRI, si fueran hoy las elecciones del 2015, el tricolor sólo ganaría uno (Ajalpan) de los 16 distritos electorales del estado; de hecho, en los de la capital, perdería 2 a 1 frente al PAN, una situación que se expande y repite en prácticamente todo el país, donde la tendencia a favor del Revolucionario Institucional es negativa, tanto que hoy únicamente se haría de 60 de los 300 distritos uninominales o de mayoría relativa.
Buena parte del caótico desempeño del gobierno peñista se explica, por supuesto, a partir del pésimo trabajo de sus delegados federales, que poco han hecho para mejorar la imagen y la calificación ciudadana del presidente. En Puebla, por ejemplo, siguen más ocupados en construir proyectos políticos personales, que en ofrecer los resultados que la ciudadanía espera.
Ahí está el caso, por mencionar el más claro, de Juan Manuel Vega Rayet (Sedesol), José Lorenzo Rivera Sosa (SRA), Vanessa Barahona de la Rosa (STPS), Juan Pablo Jiménez Concha (SE) y María del Carmen Izaguirre Francos (SER), entre otros, más interesados en hacer campaña y en armar estructuras electorales para su jefe político, el subsecretario de Desarrollo Social, el terrateniente Juan Carlos Lastiri, que en ayudar verdaderamente a Peña Nieto.
Dedicados a medrar de y desde sus islas de poder, poco o nada les importa que, a 15 meses del inicio de su gobierno, el Ejecutivo federal siga obteniendo calificaciones reprobatorias, pues a los ciudadanos lo que les importan son dos cosas: la economía y la seguridad, y en esos dos rubros, los resultados han sido nulos.
Y es que por más meritoria que haya sido, la captura de “El Chapo” no incide directamente en la vida de los poblanos, tampoco la muerte de “El Chayo”, además de que ambos sucesos se leen como parte de las obligaciones del Estado y del gobierno. No hay un valor agregado para quien percibe que con el narco más buscado otra vez tras las rejas, la situación de inseguridad sigue igual o peor, sin una mejora significativa, sobre todo en delitos que sí le afectan en su vida cotidiana, como la extorsión, el secuestro, el homicidio y el robo.
Se calcula que la detención de Joaquín Guzmán le aportó a Peña Nieto dos o tres puntos a favor en la calificación ciudadana, un avance raquítico cuando se compara con la insatisfacción generada por el incremento de los precios y los continuos golpes a la de por sí vapuleada economía familiar. En el imaginario social colectivo, persiste una profunda inconformidad. Y es que el presidente sí puede dar un par de golpes a las mafias del narco, pero no algo que luce más sencillo: frenar, por ejemplo, el artero incremento al precio del limón, un cítrico que ya no está en la mesa de los poblanos pues hoy es un artículo de lujo.
El 2015 está más cerca de lo que muchos se imaginan y la economía y la inseguridad siguen pesando más en la visión de los poblanos, que empiezan a trasladar esa decepción al partido del presidente, que al menos en este estado sigue en la lona, huérfano y extraviado tras la derrota de 2013, la falta de liderazgo, la división interna y la nula sincronía entre la acción de gobierno con la acción del PRI.
Con el 5.3 por ciento de aprobación del presidente, no se ve hoy cómo el tricolor vaya a salir bien librado de las elecciones intermedias, sobre todo con delegados apáticos, egoístas e ineficientes, pero eso sí, enfocados las 24 horas del día en sus proyectos particulares y de grupo, a costa del desprestigio acumulado del que se supone es su jefe máximo: Peña Nieto, un general abandonado por sus soldados en estados como Puebla.
¿O me equivoco?