Zavala, Lastiri y Armenta: salvajes y sentimentales

Arturo Luna Silva

“No soy zavalista; marinista sí, pero no zavalista”.

Tal fue la reveladora expresión utilizada varias veces hace algunos días por Juan Carlos Lastiri Quirós para terminar de convencer a los “rebeldes” del PRI -encabezados por Enrique Doger, Ignacio Mier y Luis Antonio Godina- de las bondades de su arribo a la presidencia del Comité Directivo Estatal del tricolor.

El deslinde fue en sí mismo un claro mensaje de rompimiento con Javier López Zavala, de quien Lastiri se distanció desde que el primero presentó su renuncia como secretario de Desarrollo Social para convertirse en candidato del PRI a la gubernatura.

Y es que Zavala siempre quiso que su sucesor al frente de dicha dependencia fuese Juan Manuel Vega Rayet, no Lastiri, quien –como se recordará- fue designado titular de la Sedeso por el gobernador Mario Marín a pesar de la insistente sugerencia zavalista de favorecer a Vega Rayet (hoy finalmente en ese puesto por obra y gracia del destino).

Los problemas entre Zavala y Lastiri se atemperaron durante la campaña –por conveniencia de ambos- pero reaparecieron recientemente, en especial luego que se conoció que Zavala ya no sería el nuevo dirigente del PRI y desde que el nombre de Lastiri se empezó a manejar con insistencia como el “Plan B” del marinismo para tal posición.

Y es que hasta el último momento el ya por entonces descartado López Zavala pujó por imponer a Darío Carmona en lugar de Lastiri en el liderazgo priísta, pues en su opinión el secretario de Educación Pública sí le garantizaba obediencia ciega y lealtad absoluta; y Lastiri no.

Lastiri se enteró de la (fallida) maniobra en su contra pero en lugar de enojarse y evidenciar su irritación hacia su mentor, guardó silencio y actuó con inteligencia. De seguro recordó que “la venganza es un plato que se come frío”, y con la luz verde de Casa Puebla se enfocó más en amarrar su designación como dirigente del PRI que en cobrar viejas o nuevas afrentas contra su antiguo jefe.

Por aquellos días López Zavala se entrevistó en privado con Rafael Moreno Valle, decisión de alto riesgo y costo que no sólo recibió la reprobación de Mario Marín, sino también del multicitado Juan Carlos Lastiri, pues al asumirse como “intermediario” de los priístas poblanos con el gobernador electo, Zavala evidentemente desautorizó por anticipado a quien ya estaba más que perfilado como nuevo jerarca estatal del Revolucionario Institucional, es decir, Lastiri.

“Aunque Lastiri formalmente será el presidente del CDE, el verdadero líder seré yo y por tanto conmigo hay que entenderse”, fue el mensaje que intentó dejar López Zavala en Moreno Valle, y que también tal cual fue conocido, leído e interpretado –en medio de una enorme mueca de disgusto- por Lastiri.

No es extraño, por eso, que el pasado fin de semana Moreno Valle haya aprovechado una breve entrevista de banqueta con un grupo de reporteros de la fuente política para pintar su raya respecto a Zavala y subrayar que el único interlocutor válido que reconocerá será el recién ungido dirigente del PRI, o sea, Lastiri.

Dijo Moreno Valle:

“Nosotros tendremos una relación institucional (con el PRI), estaremos abiertos a escuchar, pero las relaciones siempre deben ser institucionales y yo siempre daré lugar al presidente que (los priístas) han elegido. Soy respetuoso de las instituciones”.

Más claro ni el agua.

¿Cómo fue posible que Lastiri lograra convencer a Doger o a Nacho Mier para apoyar su arribo al CDE del PRI? ¿Por qué de repente decidieron que Lastiri no era tan mala opción? ¿Qué les dijo? ¿Qué les ofreció para plancharlos?

Bueno, pues precisamente eso: que no es zavalista y que el ex candidato a la gubernatura no influirá en él ni directa ni indirectamente durante su gestión al frente del ex partidazo.

Lastiri, sí, defendió su marinismo y ratificó sin vergüenza y con honestidad su lealtad hacia el actual gobernador de Puebla, pero respecto a Zavala hizo un claro y contundente deslinde.

Deslinde que terminó de convencer a los “rebeldes” del PRI, que lo último que querían era que López Zavala decidiera en el ex partidazo por interpósita persona. Es obvio que Marín mandará en el tricolor hasta el último segundo del último minuto del actual sexenio, y eso ni Dios padre podrá impedirlo, pero lo intolerable para aquéllos era que tras perder la elección del 4 de julio, Zavala todavía pretendiese adueñarse del partido o de sus cenizas.

“No soy zavalista; marinista sí, pero no zavalista”, les dijo Lastiri, quien ofreció demostrarlo en los hechos, y Doger y compañía le dieron por lo menos el beneficio de la duda.

Así que quien piense que Lastiri será un mero empleado a las órdenes de Zavala y que la “Z” es la única letra del abecedario que conoce, seguramente se llevará un chasco, pues el éxito de su presidencia dependerá precisamente en gran medida de la forma en que cumpla su palabra y deje en claro a los distintos grupos del PRI que ya es capaz de decir “no” al ex candidato a Casa Puebla.

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Por cierto: Lastiri no es el único que acabó severamente distanciado de Javier López Zavala.

Otro fue (es) Alejandro Armenta Mier.

Y es que no una, varias veces en los últimos dos meses el ahora ex líder estatal del PRI recomendó a Zavala tomarse un receso, asimilar personal y políticamente su dolorosa derrota electoral, tomar aire y nuevos bríos, y después reanudar con fuerza y dignidad su carrera política.

Es decir: que al menos por salud mental no buscara convertirse en su sucesor, ni que se encaprichara con tal idea, pues eso no sólo terminaría por dañar para siempre al PRI de Puebla, sino también su imagen y futuro. Pero Zavala se entercó y… ya se sabe cómo todo terminó.

Aunque ayer Zavala hizo acto de presencia en el informe de Armenta, la verdad es que, en el fondo, la relación entre ambos nunca, nunca volverá a ser la misma.

En el caso de Armenta es el costo de haberle dicho lo que pocos se atrevieron; en el segundo, el costo de no querer escuchar los sabios consejos de un amigo.

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Otro agravio que Lastiri acusa por parte de Zavala tiene que ver con la famosa rueda de prensa en la que éste anunció por fin que no buscaría la dirigencia del PRI.

En ese acto, el ex candidato a Casa Puebla confirmó lo que ya todo mundo sabía, pero inexplicablemente exhibió las cartas de adhesión que, según él, le firmaron más del 80% de los consejeros estatales del tricolor.

Aunque no fue expreso, el mensaje entrelíneas fue claro: “Tengo todo para ser el nuevo líder del PRI, pero yo no voy a ser y pese a mis deseos, cedo mi fuerza para cualquiera que sea mandado a encabezar al PRI”.

No había ninguna necesidad de exhibir las típicas miserias priístas ni mucho menos de ratificar que los priístas poblanos, pese a la derrota electoral, no han dejado de ser unos agachones y que sólo entienden la vergonzosa cultura de la línea.

Primero les dijeron que apoyaran a Zavala para el PRI estatal y lo apoyaron; cuando éste fue bajado de la contienda, los mandaron a adorar a su nuevo Dios, Lastiri, y a éste le quemaron incienso y lo ungieron como su nuevo gran redentor. Lo mismo habrían hecho si desde Casa Puebla les hubiesen ordenado adorar a Pedro Infante, “El Santo” o “La Guayaba y La Tostada”.

Bueno, el caso es que Lastiri se sintió súper ofendido porque aquel mostró el músculo y presumió sus apoyos, tanto que su piel delgada encontró nuevas y mejores razones para desmarcarse de Zavala.

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Otro que por lo que se ve anda sentimental es el propio Alejandro Armenta.

Y es que no hay otra forma de explicar o entender la sesuda conclusión a la que llegó y que anoche, durante su informe, dio a conocer acerca del resultado adverso para el PRI el pasado 4 de julio.

Dijo el ahora ex dirigente estatal del tricolor:

“En Puebla no perdimos las elecciones, nos las ganaron” (sic).

Sí, no hay duda: si viviera, Cantinflas estaría más que orgulloso.

Y es que ésa, ésa sí que es una “verdad concreta”.

gar_pro@hotmail.com

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