Archivo de Febrero de 2010

México, país pluripriísta

Domingo, 21 de Febrero de 2010

Lesly Mellado May

Antropológicamente México en el siglo pasado fue declarado pluricultural; políticamente avanzamos la primera década del nuevo siglo refrendado que somos un país pluripriísta.

La explicación: todos llevamos un priísta dentro ¿o no?

Y aunque el partido a veces es una vieja amada y otras mal querida, siempre se sale con la suya y termina seduciendo.

Así nació el PRI: haciendo una familia de entenados que se declararon hermanos para repartirse el país.

¿Tendría que ser distinto ahora justo cuando se cumplen 100 años de la rebatinga que dio por resultado tan  bonito y pintoresco partido tricolor?

En el año 2002, generado por el efecto Fox se previó que el PAN ganara algunas alcaldías en la sierra norte, un hecho insólito. Fui a Olintla y Zapotitlán de Méndez, me sorprendieron los colores: un cielo muy azul y una tierra muy verde, igual que los colores emblemáticos de los partidos que se disputaban el mando. Como siempre, los indígenas en medio.

Tras montarme en una camioneta roja denominada La Saltarina llegué a Olintla, donde me contaron que la gente era priísta porque así había nacido y aunque estaba por ganar el PAN en realidad todos eran del PRI. La explicación fue simple, los tricolores se dividieron y el candidato panista había salido justo de esa disputa que sobra decir era familiar, porque en esa montaña no son más de cuatro las familias que se rolan el poder.

En Zapotitlán, la situación no era distinta. Los viejos priístas decían sin sonrojo que eran caciques y sabían trabajar con el pueblo, mientras que los caciquillos (sus descendientes) que se fueron al PAN no tenían idea de cómo iban a gobernar. Ahí también caciques y caciquillos eran familia de sangre y de partido.

La sabiduría popular reza que para que la cuña apriete tiene que ser del mismo palo. Por eso, sólo priístas pueden vencer a priístas. Haber dado un voto a Cuauhtémoc Cárdenas y hasta al mismísimo Peje ¿no fue dar un voto al PRI?

Los gobiernos federales panistas han resultado un desatino: autoritarismo puro ¿se conducen como priístas?, claro que sí ¿pues qué hay de otros?, me dijo doña Locha, una mujer serrana que así nació, priísta.

Esta elección en Puebla nos enfrenta a lo mismo: PRI contra PRI.

Y aunque un candidato presuma ser de cepa y el otro de sepa, en el fondo son lo mismo, vienen del mismo árbol. El de cepa ha sumado a la “derecha” y a la “izquierda” que también han sido priístas como él. El de sepa tiene el padrinazgo de uno de los caciques pos…modernos del PRI.

En nueve años de gobierno panista no han podido desmantelar una sola de las columnas priístas. Sí, les arrebataron Los Pinos pero con eso se conformaron, buenos aprendices para las mañas, las malas mañas, y malos aprendices para la estrategia aún no hallan cómo atacar la raíz.

La pregunta es si se podrá acabar la identidad tricolor, la de las tortas y el agua de sabores, el acarreo, la matraca, las porras, la compra-venta de votos.

¿Será que este país está incapacitado para la democracia?

¿Será que estamos condenados a la eterna búsqueda y al permanente desencuentro?

¿Será que nunca renunciaremos al desencanto y la esperanza?

Solidaridad selectiva

Lunes, 1 de Febrero de 2010

Lesly Mellado May

Llevé unas latas, yo deposité en el banco, te juro que intenté adoptar un niño pero me dijeron que no se puede, yo le hablé a un amigo haitiano para preguntar si su familia estaba bien.

Así somos los mexicanos. Corrió solidaridad, letras y angustias en todos lados porque nuestra SEP, las televisoras, pues, nos contaron y recontaron la tragedia en Haití por el sismo.

Pero Haití ya era una tragedia antes del terremoto, igual que Hueytlalpan y Eloxochitlán, municipios poblanos que según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo tienen el mismo bajo índice de Desarrollo Humano; en palabras cristianas: la gente no tiene un ingreso digno que le permita tener buena salud y educación.

¿Alguien se conmovió? No, porque la tele nunca nos dijo que ahí, en esos tres sitios tan lejanos hay condiciones de pobreza e insalubridad que ofenden.

Mientras las televisoras hacían alarde de la solidaridad mexicana, en los diarios se publicaban férreas críticas a la “solidaridad selectiva”, en pocas palabras, a la hipocresía de este país que llora por Willy y Cabañas pero ni se inmuta por una de las raíces de la violencia que nos acosa: la pobreza.

Recordé que al ingresar a la universidad tuve como vecinos de salón a unos haitianos; los poblanos descendientes de los Ángeles procuraban mantenerse lejos. Y esos mismos que teniéndolos junto no les regalaban ni siquiera un saludito (vaya, ni un ligero movimiento de cabeza) ahora sí fueron a dar un donativo para los “hermanos” de la isla.

Hubo quien hasta intentó adoptar un niño haitiano, pero no se pudo, porque como todavía no saben si son huérfanos de a deveras o si un día aparecerá su familia a reclamarlos, pues no los pueden entregar a almas caritativas mexicanas.

(Recordé un cuento de Enrique Serna sobre una solterona de primer mundo que un día extraviado miró una trágica escena en la televisión: un niño desamparado por el sismo de 1985 en la ciudad de México. Así que pidió vacaciones y llegó a la capital de país para pasar varios días en busca de “Roger” -así lo bautizó ella- para adoptarlo).

Confieso, lo más que hice fue hablarle a quien fuera mi vecino de salón para preguntarle si su familia estaba bien. Me respondió que ahora viven en Canadá y que nada malo les ha ocurrido.

Confieso, aunque siempre fui muy saludadora con él y un tiempo su consultora en español, nunca tuve la decencia de preguntarle por su país, quizá porque en esos años recorría la sierra norte y la mixteca escribiendo de la miseria y la riqueza, la misma de la que él huyó. Tan lejos y tan cerca.

Los agravios de la muerte

Este domingo murió Tomás Eloy Martínez. Retomo una frase que escribió sobre su amigo, el entrañable Augusto Roa Bastos: “Es una muerte que me agravia en primera persona”.