Dictadura ¿ya elegida?

Lesly Mellado May

“Respetaré a los poderes y promoveré la interacción oportuna y eficiente para hacer prevalecer el interés público sobre el interés particular, ejerceré la responsabilidad del poder ejecutivo para facilitar la comunicación, la coincidencia, el debate y el consenso, y ocuparé todos los medios éticos y legales para construir los puentes que permitan la unidad del estado”.

Esto dijo el nada respetuoso candidato del PRI a gobernador de Puebla, Javier López Zavala, cuando presentó la agenda legislativa de quienes vislumbra como sus próximos sirvientes.

Cuando conocí del acto celebrado el pasado 4 de mayo en el Museo San Pedro creí que este país había cambiado de forma de gobierno, de presidencial a parlamentario. Después me dí cuenta que no, que sólo se trataba de una muestra más del fracaso del sistema presidencial, sí el ideal, por supuesto.

La sorpresa creció porque en la unción del que ya opera como gran legislador, no sólo estaban los próximos vasallos, también los actuales: el mismísimo presidente del Congreso de Puebla, Humberto Aguilar Viveros (en el extremo derecho de la foto), muy gustoso aplaudía y secundaba las órdenes de López Zavala.

Con el argumento de que la gente es ansiosa y quiere soluciones ya, los priístas no han esperado siquiera las 20 horas del 4 de julio para presumirse gobierno.

En el comunicado oficial del gran legislador se asienta: “(López Zavala) refirió que los primeros beneficios seguros antes de la elección del 4 de julio serán la eliminación del pago por el impuesto de la tenencia vehicular, elevar a rango constitucional el principio de igualdad entre mujeres y hombres y dar autonomía a la Comisión para el Acceso a la Información Pública, decisiones, que beneficiarán la economía de las familias, darán transparencia a las acciones de gobierno y fortalecerán las condiciones de las mujeres en Puebla”.

Sobre los “primeros beneficios seguros”:

a) No habrá tenencia, pero esa era ya una decisión del gobierno federal.

b) El artículo 11 de la constitución local dice: “Las leyes poblanas no harán ninguna distinción entre las personas, por razón de su raza, origen étnico o nacional, género, edad, discapacidades, condición social o económica, condiciones de salud, preferencias, filiación, instrucción, creencia religiosa o ideología política”. Entiendo que ya no hay necesidad de elevar a rango constitucional la igualdad de género; y que no existe la más mínima voluntad de reconocer a las mujeres el derecho a decidir sobre su cuerpo porque así lo negociaron los jerarcas cristianos y católicos.

c) Me sorprende el arrebato de transparencia zavalista porque como secretario de Desarrollo Social decidió ocultar los padrones de beneficiarios de programas como el Unidos para Progresar, por supuesto, amparado en un recoveco de la Ley Estatal de Transparencia y Acceso a la Información Pública.

Me resisto a conocer los “últimos perjuicios inseguros”.

Pero las incongruentes propuestas son nada junto a la osadía de gobernar sin ser elegido, y más, gobernar sin respetar la división de poderes: el gobierno encarnado en un solo hombre, oficialmente, todavía candidato.

¿Autoritarismo?

Sí, pero no’más poquito y en beneficio de la gente; seguro responderían los priístas.

Pedro Joaquín Coldwell, en una de sus clases en la Universidad Iberoamericana (Santa Fe), afirmó que algunos politólogos llamaban al gobierno parlamentario la “dictadura elegida”. Una decena de reporteros-alumnos lo miramos fijamente hasta que concedió: “En México… también es así”.

Y en Puebla, la dictadura elegida se da hasta por adelantado…

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