Posted inAlejandro Montiel Bonilla

Los tres errores de Jonathan

Los tres errores de Jonathan
Los tres errores de Jonathan
Posted inAlejandro Montiel Bonilla

Los tres errores de Jonathan

(Documentos para la historia del clasismo y la discriminación en Puebla, año 2023).

Estimado Jonathan, escribo estas líneas pensando en ti y en miles de jóvenes que han sufrido lo que tú sufriste y soportaste estoicamente, como los grandes.

Mi reconocimiento por tu temple, por el gran tamaño y desarrollo de tu corteza prefrontal. Sin embargo, utilizando la ironía en forma retórica te comparto las siguientes reflexiones. Ironía porque ¿qué más podemos hacer en esta sociedad que sigue siendo injusta y brutalmente desigual desde hace más de 500 años? Hoy, por medio de la golpiza que recibiste y que sigue sin ser castigada por la justicia, nos demuestra que la estructura social profundamente desigual sigue intacta. La violencia que recibiste en carne propia viene a restregarnos en la cara que nada ha cambiado, y que esta realidad mexicana tiene el olor del miasma del clasismo, racismo y discriminación.

Primer error:

Dijo en una entrevista el gran señor de fraccionamiento, el tipo que sólo engendró a ese adolescente violento (porque verdadero padre es el que educa a un hijo): “Este muchacho (observa que ni siquiera tienes nombre para los golpeadores) había estado contestando de mala manera”. A ver Jonathan, este fue tu primer error, días antes ya mostrabas una mala actitud que había sido detectada por el gran señor. ¿Qué no entendiste que todos los días recibes a grandes señores de fraccionamiento? Que tu deber no es sólo contestar de buena manera, sino preguntarles si necesitan algo, ofrecerles quizá una botella de agua, hacerles una pequeña broma, o puede ser que hasta bailar o hacer algún acto cómico frente a ellos cada vez que accionas la barrera para que pasen. Quizá deba recordarte que todos los días tienes el privilegio de atender personalmente a estas muy importantes personalidades, que llegan a su exclusivo fraccionamiento para disfrutar de una vida paradisiaca, en la que tu misión es muy importante porque eres la cara que los hace olvidar su horrible día. No olvides que llegan de las peligrosas y apestosas calles de Puebla, imagina cuántas dificultades tuvieron en su día, en primer lugar tienen que tratar con personas que no son de su clase ¡qué horror! en su día a día deben tratar con personas que provienen de barrios y colonias, esos lugares donde asaltan y matan, esos lugares donde para llegar no necesitas un chip de reconocimiento o no tienen “sirvientes” que levanten esas barreras que los separa del mundo real, de este México que huele mal, y les permite la entrada al paraíso en la tierra: a su fraccionamiento.

Segundo error:

“Ese día lo tuvo esperando (a mi hijo) 15 minutos”, declara el que engendró al golpeador. Creo estimado Jonathan, que este es el error mayor, debiste haber comprendido, que este adolescente bueno para nada, -estudiante de una muy costosa institución poblana-, cuando llega a su fraccionamiento tiene labores que realizar que, si no son ejecutadas en tiempo y forma, pueden desatar grandes catástrofes para la humanidad, quizá como una tercera guerra mundial, o no sé, a lo mejor tenía una conferencia para impartir vía remota en Harvard, o con Vladimir Putin, ¿o yo qué sé? Querido Jonathan, debemos comprender que las labores de los grandes señores de fraccionamiento son muy importantes y que la gente muy importante por eso vive en fraccionamientos, son cosas que tú y que yo, como gente simple y común que somos, que no tenemos clase, que no tenemos esos lujosos carros, que no tenemos esas bonitas residencias, son cosas que simplemente tú y yo no podemos ni saber ni entender. Por estas razones, tú deber era abrirle en cuanto llegara, es más, tendrías que haber tenido binoculares, para verlo desde lejos y de esta forma abrirle la barrera con antelación para que él pudiera acelerar y entrar al paraíso lo más rápido posible. Entonces Jonathan, como relata el tipo que le dio la vida al adolescente violento, lo desesperaste y recurrió a la violencia. Es decir, parecería que te debes sentir afortunado -según los golpeadores- porque te dieron una lección correctiva con sus propias manos, y es que sabes Jonathan, lo más común es que utilicen látigos u otros instrumentos de tortura para corregir a sus sirvientes, porque así no se ensucian sus blancas y delicadas manos, así que quizá debas agradecer que el hijo de un golpeador, y que es un gran señor de fraccionamiento, te dio una lección única y exclusiva con su propio cuerpo.

Tercer error: lo miraste a los ojos.

Estimado Jonathan, en el video de la agresión que sufriste se puede registrar otro error de manera clara: osaste mirar a los ojos a un gran señor de fraccionamiento. ¡Ay Jonathan! olvidaste una regla básica de la historia del mundo: ni a los dioses, ni a los reyes, ni a los grandes señores, se les puede mirar a los ojos. Mirar a los ojos, significa que tú mismo te diste tu certificado de igualdad, quizá Jonathan, vivas con la creencia extraviada de que en México existe una democracia y que por ese hecho todos los que vivimos en este país somos iguales. Quizá creíste inocentemente, que algo llamado Constitución Mexicana tenía alguna validez en la vida real, quizá aprendiste demasiado bien el primer artículo que dice: “En los Estados Unidos Mexicanos todo individuo gozará de las garantías que otorga esta Constitución, las cuales no podrán restringirse ni suspenderse, sino en los casos y con las condiciones que ella misma establece”. Con esta disposición se instituye el principio de igualdad, al no hacer distinción alguna de sexo, raza, religión o físicas que impida el ejercicio de dicha garantía”.

Pues no mi estimado amigo, si estudiaste ese principio, y pensaste que era válido en nuestro país y pensaste que estabas protegido por la Constitución Mexicana y pensaste que eso era una realidad, quizá se debió a tu juventud y a tu infundada esperanza en que la democracia existe y en la absolutamente delirante idea de que un país sí puede cambiar su historia para erradicar la desigualdad. Afortunadamente, un gran señor de fraccionamiento te devolvió al mundo real, aprendiste a golpes que no somos iguales en este país, que a los señores se les debe tratar con buena manera, que se les debe hablar de buena manera, que nunca se les puede hacer esperar, que no se debe mirarlos a los ojos. Aprendiste a golpes, estimado Jonathan, que, no obstante que somos los mismos seres humanos que la ciencia ha demostrado que no hay diferencias biológicas en la vida de todos los días, no tenemos los mismos derechos, que en este país hay clases sociales y que los señores de fraccionamiento están arriba de nosotros, porque por eso viven en fraccionamientos. Y esto que te digo es completamente real, esto no es ironía, ya que en este momento tú sigues trabajando con temor a las represalias de la familia golpeadora, con temor a que la venganza hacia ti o a tu familia llegue.

Y es que mientras tú sigues soportando a los grandes señores de fraccionamiento, esperando la próxima golpiza de algún otro gran señor de fraccionamiento, por las mismas causas ya descritas, el hijo de la familia Pereira está en los Ángeles, California, tomando un merecido descanso puesto que la serie de golpes que te propinó lo dejó completamente exhausto. Y esto Jonathan, es Puebla, es México en el siglo XXI.